miércoles, 20 de enero de 2010

Mirando hacia atrás y al frente

Mesón La Horca, Rémol. Una noche cualquiera. Dos personas charlan distendidamente mientras beben algo, sentadas en una esquina, cerca de las escaleras. Nada de particular. ¿verdad?  Se trata de un hombre y una mujer. Mantienen un tono de voz medio, sosegado, se sonríen, gesticulan con naturalidad, de cuando en cuando alguno ríe ante el comentario del otro… Para el observador externo tiene todas las características de una plática galante. Lo único que puede chocarle un poco es que los interlocutores son renegados.
Valdor y Margueritte, tras una otra dura jornada de trabajo compartido, se han convidado mutuamente a una copa y allí están, tanteándose. Cautelosos, corteses y buenos conversadores. Valdor, sin embargo, toma la iniciativa:
- Lordaerenesssa y norteña, sssupongo. – Sonríe.
- Bueno… Acertáis en parte. En realidad soy de la capital…
- ¡Vaya! –Sonó un tanto contrariado. No le gusta equivocarse. – Por vuestrasss faccionesss y el color del cabello lo hubiera jurado.
Margot sonrió. Las tres hermanas habían recibido esa herencia por parte de madre. Y esa rama de la familia, en efecto, provenía del norte del reino.
-¿ Y vos, Valdor? – Pasó al ataque. No quería recordar.
- No lo sssé. Ssssolamente recuerdo dónde fui alzado. Y como yo era el único cuerpo que había en el mausssoleo del que ssssalí, deduje que el nombre grabado debía ssser el mío: Valdor Sssskarth.
Directo y sincero. Nada de filigranas. Eso desarmó a Margueritte, quien se esperaba otra respuesta ingeniosa por parte del hechicero. “Así que es un alzado, no un producto de la Plaga”, pensó.
- Lógicamente. – Comentó, casi sin darse cuenta. –¿ Y vuestro acento? No logro ubicarlo…
- ¡Ah!- Una mueca que no era del todo una sonrisa, se dibujó en su demacrado y deteriorado rostro. – Me temo que cuando fui reanimado, mi cuerpo no esssstaba en las mejoressss condicionesss y… No puedo mover bien la lengua, entre otrassss cosssassss…
- Lo siento… – La mujer, de repente, se sintió culpable. – Ella, aparentemente, estaba tan bien, tan … “viva”.
- ¿El qué? – Valdor la miró, divertido. – No osss preocupéisss, mujer… Sssi no siento nada. Ademásss, hace ya tanto tiempo…
Brevemente, le contó que había indagado al respecto y que llevaba muchos, muchísimos años en esto de buscar respuestas. Se consideraba a sí mismo un “investigador”. No le dijo si había encontrado a quien le alzó, sin embargo.
- Bueno, Margueritte … ¿hace mucho que morissste?
Ya salió la preguntita”. A Margue no le gustaba el tema, pero sabía que saldría, tarde o temprano. Tardó en contestar.
- No lo sé… . – Bajó la mirada, sin querer hacerlo.
- Hasss dudado al responder… – La miró a los ojos, seriamente.
- Es que… No lo recuerdo. – La cabeza gacha y mordiéndose el labio. “¡Maldita sea, no soy una niña!”.
Así que se obligó a alzar la vista y enfrentarse al escrutinio de su eventual compañero. Éste la estaba observando con curiosidad, sí. Como decidiendo cuánto le estaba ocultando y si valía la pena interesarse por el asunto.
- Hmmmm… – Al parecer, ya tenía su veredicto. – Puedo ayudarte, sssi lo dessseassss.
Margue asintió con la cabeza.
- Déjame verte…
El moratón de la mandíbula no había pasado desapercibido a la mirada experta de Valdor. Buscando un poquito más encontró las marcas del cuello.
- Hmmm…… Me temo que no te va a gussstar lo que te digo, pero yo creo que tuvissste una muerte violenta, quizá por motivo passsional… Alguien a quien conocíassss…
- Hay más, Valdor. – Ella se quitó los guantes y le mostró sus muñecas desolladas. Él las examinó con cuidado.
- Todasss las heridasss son antemortem… Hmmmm
Margue se enguantó las manos rápidamente, en cuanto el hechicero terminó con su inspección.
-¿Algo mássss? – Siempre un paso por delante, el muy brujo.
- Yo… Estas no son las únicas cicatrices... Perdona que no te las muestre, es que están por todo el cuerpo… Y tengo pesadillas, en las que recuerdo cosas y entonces se me reabren todas las heridas… Esos días apenas puedo soportar el roce de la ropa...
- ¡Puesss no te la pongasss! – Valdor le guiñó un ojo, lleno de picardía.
Ambos se rieron.
- Es irónico, ¡unos que no sienten nada y otros que sentimos demasiado!
- Sssí. – El hechicero apuró su bebida e hizo ademán de despedirse. – Sssi quieress, te ayudaré a investigar tu passssado. Te advierto que puede que lo que encontremosss no te gussste.
- Lo imagino. Agradezco tu interés y tu ayuda será más que bienvenida.
- Cuando estésss preparada, te haré un examen másss completo.
Y partió tras los saludos de rigor.
La sacerdotisa asintió, simplemente. De repente estaba agotada. ¿Qué había hecho? ¡Estaba confiando otra vez en un desconocido! Valdor la había sonsacado sin dificultad y ella ahora se sentía expuesta. (¿Sonsacado?- pensó - ¡Ja!  No le había hecho falta y debían ser tan evidentes su inadaptación, su debilidad, su soledad, su lucha por seguir siendo persona…) Pero no era cuestión ya de lamentarse:  Necesitaba ayuda y el hechicero se la brindaba, al parecer de manera altruista.
Nadie da nada por nada, recuerda, Margot”, sonó de nuevo esa voz que tan bien conocía: ¡Cómo no iba a reconocerla, si era la suya propia!

lunes, 18 de enero de 2010

A-Sociaciones

Margot lleva ya un tiempo sirviendo a la comunidad.
Ha eliminado zombis; Recolectado ingredientes varios; Ha espiado a los jabaespines putrepellejo más cercanos, evitando que alzasen más cadáveres; Ha liberado almas; Ha consumado venganzas. Lógicamente, no siempre ha realizado esas tareas en solitario (le resultaba imposible) : A menudo Margueritte recibía la ayuda de Honoka y de la mismísima Señora Hikary (“Que no me llames señora, que me haces vieja”– repitió por enésima vez la hechicera sin’dorei), quienes la acompañaban y la defendían ¡por puro entretenimiento y sin despeinarse siquiera!
Algunas veces ha trabajado uniendo fuerzas con otros que perseguían los mismos fines que ella. Una manera práctica de socializar cumpliendo… En teoría, claro. Porque cuando te las ves con el personal cara a cara, te arrepientes las más de las veces: Guerreros temerarios, brujos tan destructivos como suicidas, magos enajenados que se enzarzan en chisporroteantes orgías asesinas consumiendo sus energías sin ton ni son… ¡Genial! Y ella venga, a cubrir al compañero, sanar, guardarse al mismo tiempo de los enemigos… ¡Puuff! No siempre era así, seamos justos. Más de una vez se topó con camaradas solventes (orcos, elfos y trols en su mayoría) y gracias a ellos resultó casi un paseo completar los más variados encargos.
Quizás fueron justamente esas circunstancias las que propiciaron que la compañía de  aquel hechicero renegado eficiente y reflexivo, llamado Valdor, le resultara tan preciada. Inteligente, instruido, cortés y con costumbres, digamos, humanamente aceptables, era sencillo que Margueritte lo prefiriera como compañero de armas antes que a otros aventureros que, tal vez por el hecho de ser “no-muertos” en muchos casos, se comportaban como si fueran inmortales (algunos incluso haciendo gala de una zafiedad increíble). Pronto se convenció de que Valdor era una persona fiable, al menos en principio. Y se habituó a planear las incursiones de manera que pudiese contar con la ayuda del brujo siseante. Se dio cuenta de que su presencia le resultaba, además de útil, muy agradable. Ese detalle la inquietó: ¿Sería ese el principio de una colaboración estable con él? ¿Sentía acaso compañerismo?… ¿Amistad?

domingo, 3 de enero de 2010

Al servicio de la Dama Oscura

    Quien crea que por el simple hecho de estar muerto uno se libra de obligaciones, compromisos y de tener que labrarse el sustento… se equivoca por completo. Porque a ver, siendo pragmáticos: ¿Desde cuándo son cómodos unos harapos?; ¿Protegen de las inclemencias meteorológicas y de los golpes? Además, ¿dónde están nuestro pundonor y sentido de la conveniencia? ¿Acaso deseamos degenerar hasta convertirnos en una de esas patéticas criaturas descerebradas que pululan devorando cadáveres?  Por supuesto que no. Y ya solamente para sufragarse ropa y calzado decentes hacen falta sus buenas monedas, ¡vaya! Si además uno desea defenderse, o al menos intentarlo, pues más gasto. Súmese lo que cuesta un alojamiento: ¡En una fosa la tierra mancha y se crían bichos! Encima uno está a la intemperie, sin protección contra la lluvia o visitas indeseadas… ¡Desde luego!… Un ataúd de madera tampoco es tan buena opción como pudiera parecer: Incómodo a más no poder, salvo que se trate de un féretro forrado por dentro (un lujo al alcance de muy pocos). ¿Sigo? Porque hay más, muchos más conceptos que requieren un desembolso por parte de cualquier no-muerto con voluntad y personalidad propias.

De todos modos, desde el instante del “renacer” mismo,  se inculca en todo Renegado la devoción hacia la Reina Sylvanas. Se le adoctrina a conciencia. A ella se debe. Su Voluntad es la Ley y la traición se paga con muerte (o incluso con algo peor).

Juntemos la necesidad con la obligación y…

Ya tenemos a Margueritte atareada la jornada entera; Compaginando la instrucción con  el servicio a las órdenes de los dirigentes Renegados. Ejerciendo otra vez de sacerdotisa-soldado.