Paseos en automóvil algunas tranquilas
mañanas soleadas de sábado o domingo, fuera del casco urbano, por
carretera secundaria concurrida; Guisos improvisados y listos en
apenas diez minutos; Ceño fruncido y cara larga, gritos, porque no
se cumplía como era debido; Mañanas de café con leche y compras en
el mercado rodeada de cariño y tardes reposando hiperactiva; Cientos
de pequeñas complicidades y algunas enormes discrepancias... El día
a día, viviendo con total normalidad lo excepcional de permanecer
con vida: Calma en el ojo del huracán.
¡¿Cuánto esfuerzo detrás de esa
serenidad que nos brindabas?! Compartimos de alguna manera las noches
en blanco: No dormía si tú no estabas en tu cama.; Escuchaba tus
pasos vacilantes en el pasillo, camino del servicio y aguzaba el oído
para asegurarme de que todo iba bien. Sabiéndote tan ferozmente
independiente, sólo salí a tu encuentro cuando sentí que realmente
necesitabas un brazo en que apoyarte para retornar al lecho. Oficié
de gruñón perro guardián, según mi costumbre. Y la que
sería tu última noche entre nosotros, me diste las
gracias. Aún no sé por qué, ¡si fuíste tú la que cargó
con todo, desde siempre!.
Cuando se ejecutó, implacable, la
Sentencia Firme, te quedaste en suspenso: Parecía que con un poco de
iniciativa por nuestra parte pudiéramos burlar de nuevo las
expectativas de los agoreros... No fue el caso y te dejamos sin lucha
en manos de tu destino, esperando con los ojos abiertos. ¡A tí, a
la persona que había demostrado hasta que punto la voluntad era más
fuerte que la ciencia!.
Puede que, en definitiva, quisieras
algo así para tu fin.... Sin embargo, no vieron tu mirada angustiada
implorando auxilio quienes hablan de descanso y de consuelo: Por
mucho que te estuvieras despidiendo, no sospechabas que era ÉSE tu
MOMENTO, ¿verdad?. Y cuando te miró de frente la Muerte, sentiste
miedo.
(21/09/2008 12:34)