domingo, 6 de junio de 2010

Batalla de Trabalomas II: Combate.

Una ardiente columna de Fuego Sagrado que abate al campesino agresor es la respuesta a mi plegaria muda. Siento cómo emerge vibrante la energía sacra, entonando conmigo cánticos de misericordia y de castigo, mientras mi sangre no-muerta bulle efervescente, revitalizada, debido al fragor de la lucha.

A pesar de los pesares, aún siendo la impura sombra de quien fui, Ella, la Luz, está conmigo. Como siempre. En la Vida y en la Muerte y más allá de toda explicación o merecimiento, incluso cuando mis acciones no sean loables (como ahora), Ella me respalda y me sostiene.

Doy las gracias al tiempo que pido perdón por la violencia desatada: Recé por que no hubiera oposición a nuestra incursión en estas fértiles tierras de labranza; Mas estaba escrito que hoy sería el último para los desdichados defensores que han osado interponerse en el camino de Valdor y su demonio abisario.

Yo no quiero matar.

Quienes ahora se abalanzan sobre mí, invasora aberración sobrenatural, hace tan poco eran mis compatriotas, mis hermanos… Les ruego que nos dejen hacer, que no desperdicien sus vidas, pero no me escuchan.  Parecen ver solamente mis ojos refulgiendo en ámbar pulsante y a buen seguro sienten esa escalofriante aura necromántica en la que estoy imbuida. Atacan airados, resueltos. Para ellos soy el Mal encarnado: Debo ser destruida a toda costa.

Me veo obligada a abatirlos.

Intento incapacitarlos, simplemente. No así Valdor, quien se desvela como la letal máquina de guerra que en realidad es: Eficiente hasta extremos aterradores, desata contra nuestros adversarios la ira del infierno, dispensando dolor y muerte sin un ápice de compasión ni remordimiento.

Mi cometido es mantenerlo activo, en buenas condiciones para que nuestra misión sea culminada con éxito. Y lo cumplo.

Nos abrimos paso a sangre, sombra y fuego. Obtenemos lo que buscamos. Nos retiramos.

Atrás quedan los cuerpos inertes, los malheridos y los maltrechos. Sonarán llantos y promesas de venganza, de nuevo, en las Laderas de Trabalomas.

No creo que soporte repetir algo así otra vez: Siento que se me parte el alma. A mi compañero de fatigas no le ha pasado desapercibido mi estado de ánimo (demasiado perceptivo, el muy brujo) e intenta aligerarme la carga:

- Alguien tenía que hacerlo. Sabessss que sssi no íbamoss nosssotrosss, irían otrosss. Y asssí afinasss tusss habilidadesss.

Demoledoramente cierto. Sonrío a mi pesar y acepto la bebida que me ofrece, tragándome los reproches y las lágrimas.

Tengo miedo. Miedo a convertirme finalmente en ese monstruo que he visto reflejado en los ojos de mis contrarios cuando me golpeaban.

Esta noche soy incapaz de conciliar el sueño: Sólo puedo orar por ellos y por mí. Por todos.

Compruebo entonces, asombrada y conmovida, que, después de esto; de lo que he hecho, de lo que ha pasado…

¡La Bendita Luz sigue conmigo!.