sábado, 11 de agosto de 1990

Ágape


Perdóname

- Por romper el silencio
cómplice de mil secretos
con supérfluas palabras
que son nada:
Me defiendo de ese grito
que me nace dentro,
de esa rueda que no para.

- Por intentar (infructuosamente)
comprender, ¡presuntuosa!, el abismo
que nace detrás de tus ojos,
el misterio tras tu frente.

Yo lanzo mis fuegos de artificio
asustada:
Temo interponerme entre tí y tu soledad
que tal vez será triste,
pero que es tuya
como la forma de tu nariz
o el ritmo cadencioso de tus pasos...


En la mano el arco iris,
estrellas fugaces en mi aljaba,
correría bajo las estrellas
detrás de tu sombra alada.
(¿Una lechuza?, ¿una nube?...
... ¡¿o simplemente un fantasma?!)

No podrían nada las ciénagas sucias
contra nuestra magia blanca:
mi vara, lirio florido,
purificaría el agua.
Y de los horribles lazos
que nuestros pasos trabaran,
cuarto creciente mi espada,
nacerían flores albas.

Dispersaría los olores corrompidos
por la oscura selva de orquídeas carnívoras
llenas de pútrida belleza exuberante:
El viento del Norte, Bóreas, mi amigo
nos traería los aromas de la tarde:
Romero, tomillo y albahaca,
jazmines y violetas...



Y ceñida la frente de rocío,
yelmo indestructible contra cansancio y desencanto,
cuando la noche fuera
un manto aterciopelado
en el que no cupieran temores,
tú seguirías tu camino
rodeada por tus espíritus afines
en pos de unos ojos verdes.
(Yo abatiría las sombras negras
que de lejos te amenazan,
luego volvería a casa) ...

Pero eso no es posible.
No existe para mí el otro lado del espejo,
nunca atravesaré el dintel de esa puerta:
Contemplaré de nuevo cómo se pierde tu mirada
por peligrosos senderos inexplorados
-más allá del bien o el mal o las palabras -
... Y te encomendaré a la Luna y las Estrellas.


(11-08-1990)