domingo, 22 de noviembre de 2009

Primeros Pasos

Bienvenida       

Aprecio el peculiar sentido del humor, cáustico e irreverente, tan típico de los no-muertos. En realidad, es una válvula de escape a tanta tragedia y miseria juntas. Se trata de una reacción natural y muy sana ante la adversidad: La desdramatizamos, le sacamos punta y nos reímos para no llorar. La ironía y el sarcasmo, así como el cinismo más descarnado, no son exclusivos de los cadáveres caminantes, de los muertos malpensados sin reposo, ni mucho menos: Campan a sus anchas por doquier. En vida ya practicaba este tipo de ejercicio mental para no sucumbir a la desesperación, a la impotencia: ¡Cuánta agonía, cuánto sufrimiento, cuánta derrota cada día, día tras día!…
Agradecí entonces, pese a todo, la descarnada bienvenida a la “no-vida” que me brindó el Enterrador de Camposanto. Y es que la situación lo merecía: Desnuda, apilada con el resto de cadáveres en diferentes grados de descomposición que iban a ser incinerados, me moví (milagrosamente) cuando me cogió para lanzarme a la fosa. Por fortuna, estaba más que acostumbrado a que sucediera esto, así que cargó con mi cuerpo inconsciente y me dejó tirada en un rincón del mausoleo que hace las veces de hospedería. No recuperé la consciencia hasta dos días después. Entonces, el Enterrador, me lanzó unas ropas bastas y gastadas, pero limpias.
- ¡Tápate, anda, que cogerás musgo! … ¡Suerte tienes de que a la mayoría se nos ha caído la minga, porque hace tiempo que no veíamos carne tan fresca! … – Se echó a reír. Sus carcajadas eran sumamente desagradables, igual que su sonrisa. Encima, por poco se le parte del todo la mandíbula. –    Y un consejo: no olvides espantar a las moscas, además de a los moscones o se te comerán los gusanos.
Debía decirlo por propia experiencia, porque de verdad tenía un aspecto horroroso, además de oler fatal.
- Enga, bonica, que te están esperando arriba para hacer de ti una renegada de provecho. ¿Tienes nombre?
- Mmm… Margueritte. – Me costó mucho hablar. Tenía la boca seca, pastosa y seguramente mi halitosis hubiera tumbado a un ogro.
- ¡Muy bien! ¡Si hasta sabes hablar, florecilla! – Otra sonrisa. Si sigo mirando sus dientes podridos y oliendo a muerto me desmayo, seguro. – Pues espabila. Los débiles sucumben y nos los comemos crudos. Algunos quedan bien como fondo para estofado. No lo olvides, Margueritte.
Volvieron a resonar sus carcajadas en la fría y lóbrega estancia, pero yo ya estaba subiendo las escaleras. La ¿broma? no me había hecho ni pizca de gracia. Estaba confusa, embotada. Necesitaba que me diera el aire. Necesitaba salir de allí. Sabía mi nombre y apenas nada más de mí misma: ¿Quién soy yo? ¿Qué me ha sucedido y por qué?
¿Y dónde estaba?

Doctrina

- Hemos nacido de la corrupción. Es nuestra esencia. Pertenecemos a las Sombras, no a la Luz. La Luz nos abandonó. Ya no tenemos nada que ver con ella. Olvídala, Margueritte. La estudiamos y la usamos para nuestros fines. Sólo eso.
Las palabras del Clérigo Oscuro Duesten cayeron sobre la joven novicia como un jarro de agua fría. Bajó la mirada, dolida. Inspiró profundamente (no necesitaba respirar, lo sabía; sin embargo mantenía ese hábito de manera inconsciente) y se encaró con el severo y aterrador sacerdote renegado.
- Maestro Duesten… Con todos mis respetos… No puedo obedeceros en eso: La Luz sigue conmigo. La siento en mi interior, aguardando a que sea capaz de liberarla como antaño. Me reconforta y me acoge incluso tal y como soy ahora… Forma parte de mí, y no renunciaré a ella.
El sombrío sacerdote no se alteró lo más mínimo. Simplemente, siseó:
- Usa lo que te plazca o lo que sepas, novicia. Mas NUNCA le falles a la Reina Sylvanas. La Voluntad de la Dama Oscura es la Única LEY. Y la traición tiene un precio que preferirás no conocer.

Cumpliendo

No quiero pensar. La única manera de sustraerme un poco al vacío de mi memoria es entregándome de lleno a las tareas que se me imponen. Algunas son simplemente fatigosas: Recolecciones varias (sangrientas y repugnantes en muchos casos), llevar recados  de un lugar a otro… Otras son muy peligrosas y las hay que, además de poner en grave riesgo mi integridad física, me hacen sentir realmente miserable, puesto que el asesinato de inocentes no es para mí justificable de ningún modo… Sin embargo lo hago, consciente de que sólo soy un arma más. Soy un instrumento, un peón. En esos momentos procuro estar limpia de todo sentimiento, salvo de la compasión, ya que en cualquier momento los papeles se invertirán y seré yo quien sucumbirá ante otro más apto. No soy libre. Y saberlo me libra de ser una esclava.
En apenas unos días mi mente ha traído de vuelta mi pasado. Sé quién era, no quién soy. Las pesadillas son los indicios de lo que ha sido mi muerte: No invitan a recordar, sino más bien todo lo contrario.

Socializando

He decidido empadronarme en Rémol. Por varios motivos: Está al lado de Entrañas, la capital, así que tengo garantizados el acceso a comercio y la cultura. Está muy bien comunicado y, al mismo tiempo, es tranquilo y retirado.
De ello se ocupa Lady Sûzu de Rémol y Barov, Condesa de Rémol, apoyada incondicionalmente por un grupo de Caballeros de la Muerte que son seguidores tan fanáticos como ella de la Reina Alma en Pena. Hacen un buen trabajo y se mantiene bastante bien el orden, aunque de tanto en cuanto el caos (y la vida) se dejan ver por el mortecino asentamiento.
Otro buen motivo para quedarse es el Mesón La Horca: Si uno no visita ni la cocina ni el sótano, resulta un lugar realmente acogedor. Desgraciadamente, las fuerzas no-muertas del lugar se encargan de que tengas una visión más real y siniestra del edificio a base de mandarte “trabajitos” dignos de psicópatas, soportables únicamente por individuos con estómagos muy resistentes. En el piso superior, además de instructores diversos, habita la señora Dedmar. La pobre pasa frío siempre. Seguro que murió de unas fiebres. Es una buena mujer, pese a sus manías: Me permite dormir en su cuarto. Incluso me ha ofrecido su cama. Sin embargo, prefiero arrebujarme en un rincón que hay en una esquina, un poco más al abrigo de miradas indiscretas. Además, así no le mancho las sábanas cuando sangro.
Rémol es un lugar de paso, mal que le pese a la Condesa.
Allí es donde he visto por primera vez un trol: una mujer trol llamada Hazyr. Piel azulada, ojos rojos, cuerpo perfecto… Bueno, y esa manera de hablar en orco imposible de imitar. No me di cuenta y ya estaba describiendo las virtudes que se hacían evidentes con mis conocimientos básicos de Fisiología. Tanto ella como Honoka, la hermosísima elfa de sangre que la acompañaba resultaron ser dos contertulias amables y curiosas. De la elfa me lo esperaba, pero me asombró tanta gentileza en esa representante de una raza supuestamente salvaje y sangrienta. A decir verdad, estaban siendo las dos personas más simpáticas con quienes me había cruzado hasta el momento. Afirmaban que era muy “pura” para ser una renegada. Me frieron a preguntas, sobre todo sobre la muerte. Al responderles yo que no recordaba, rápidamente se pusieron a mi disposición. La sin’dorei incluso dijo que hablaría con Hikary, una amiga suya más veterana. Partieron no sin antes ofrecerme su apoyo incondicional.
La señora Hikary vino a Rémol el mismo día. Reiteró los ofrecimientos de ayuda que ya me había antes hecho su compatriota. Sin duda, se trata de una mujer elfa muy poderosa, puesto que me ofreció su amparo en el caso de que mis elecciones morales me pusieran en peligro. Me anunció que desde ese instante era protegida del Clan de la Daga Negra, una sociedad secreta a la cual pertenecía, que incluso tenía miembros en el bando Aliado. Por ejemplo: Si veía a un determinado draenei Caballero de la Muerte y lograba hacerle saber mi estatus, estaría a salvo. Cuando nos despedimos, yo había agotado mi repertorio de palabras de agradecimiento.
Entre los Caballeros de la Muerte que patrullan Rémol destaca, por su asiduidad y gentileza, Lord Clemens. A pesar de mantenerse normalmente apartado y de parecer distraído, yo diría que se entera de todo. Gracias a él he podido empadronarme al fin, aunque ha sido difícil coincidir con la Condesa. Y es obvio que no tenemos casi nada en común. Es cierto que ella lleva mucho tiempo como renegada. Según lo que he oído odia a los vivos, especialmente a los elfos, y, eso también lo he sabido de primera mano, es una persona realmente estricta. En cuanto a la filosofía de la Luz Sagrada… Si un día dice que no recuerda que la Luz haya abandonado definitivamente a los renegados, pocos días después casi me muerde por desear que la Luz nunca la abandone…¡Ay! ¡Contradicción, tienes nombre de mujer!… Seguramente es un tema controvertido y espinoso. Uno de tantos. Estoy comprobando que los renegados ni respiramos, ni opinamos, ni tenemos conciencia, por lo visto… Pues como renegada no sirvo, no (y algunos ya se han dado cuenta de que soy un tanto peculiar, tanto física como mentalmente).
La mayoría de renegados encajan bastante bien en el estereotipo que voy conociendo: Vengativos, resentidos, mezquinos, cínicos, amorales cuando no directamente inmorales, enfermos mentales e incluso corruptos y malvados a más no poder… ¡Uf!  Me niego a ser uno de esos monstruos. Si reniego de algo es de ESO:  De la corrupción, de la inmoralidad del todo vale…
No sé cómo me las apañaré para mantenerme íntegra y a salvo en esta sociedad que me es tan ajena. Espero que la Luz que mora en mí me indique el modo de salir con bien de esta prueba tan dura.

1 comentario:

  1. He esbozado una sonrisa al leerlo, Margueritte tiene una gran fuerza interior, su aceptación de la realidad y su capacidad de adaptación encndilan y sorprenden.

    :)

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