sábado, 14 de noviembre de 2009

Avanzando a Tientas-IV

El Deber

“Esto no puede ser real”- Es lo que pensaban algunos supervivientes mientras contemplaban el dantesco panorama. Se leía claramente en sus rostros estupefactos, macilentos y mugrientos. Lo decían sus ojos rojizos, brillantes, cuando no llorosos, e incluso hundidos a causa del agotamiento y el dolor. Se notaba en sus pasos, vacilantes. Se adivinaba en esa manera desapegada de socorrer a quienes lo necesitaban, como si nada importara ya; como si el tiempo no transcurriera.
Stratholme ahora no se parecía en nada a la próspera y bulliciosa ciudad amurallada que había sido; y era muy dudoso que se recuperara algún día. Todos lo sabían. Había sido sacrificada en aras del bien común. Era imprescindible amputar ese miembro corrupto para que no se gangrenara el Reino.
La firme convicción del Príncipe Arthas había terminado por vencer hasta al más renuente. Y el holocausto había sido consumado.
Con el alma partida, una joven sacerdotisa solicitó ser relevada de su puesto. Como se esperaba de ella, puesto que había sido cuidadosamente escogida para servir a las órdenes del Heredero, había cumplido fielmente con sus obligaciones. Su labor había sido incluso meritoria. Se le concedieron la licencia y la recomendación para el destino al que optaba: Asistente de la maga Jaina Proudmoore.
Margueritte, que había acatado sin una queja las órdenes recibidas, que sobrellevaba estoicamente la amargura de tanta tragedia… Se había venido abajo al percatarse de un detalle escalofriante: En los claros ojos de su bienamado Príncipe relucía cada vez más fuerte el gélido brillo de la demencia.

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