Igualados
hacia abajo,
subsistiendo
a ras del suelo,
clamamos
por las alas arrancadas
con
voces quebradas por la derrota,
sepultados
bajo mil miserias cotidianas.
Boqueamos
como peces asfixiados
anhelando
un trago de agua pura,
mientras
sentimos dolorosamente
la
ausencia en los muñones apenas restañados
Que
amenazan con abrirse y supurar en cualquier instante,
rezumando
lágrimas cuyo dulce y nauseabundo aroma
es
el de la propia frustración
convicta
y confesa.
(9/10/2010)
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