lunes, 1 de marzo de 2010

Roces (I)

Previsión del tiempo para esta tarde-noche en el Mesón La Horca: Inestable, más nubes que claros, con tendencia a empeorar. Margueritte corrigió rápidamente su apreciación en cuanto, además de los típicos maleducados que correteaban casi arrollándolo todo a su paso y de los elfos de sangre de melancólico carácter y más que dudoso gusto (porque para apreciar  la malsana atmósfera de los Claros de Tirisfal hace falta ser morboso rato largo), aparecieron varios individuos más, con aire pendenciero. Oh, oh… Se acerca una borrasca…

Estaba cantado: Ese troll llevaba la palabra “problemas” escrita en la frente y, lo que es peor, la señora Condesa estaba presente en el lugar. Nadie ignoraba lo mucho que la irritaba la concurrencia de “vivos” en Rémol, sentimiento compartido por casi toda la población renegada. Que, encima, no la dejasen tomarse su té en paz era… Imperdonable. Y justamente eso, fastidiar mucho, estaba haciendo el impertinente troll: Primero se discutió con un parroquiano sobre el precio de las mercancías, luego se metió con Renée porque no le sirvió alcohol, y, por si fuera poco, hubo de mentar la honorabilidad de los lordaereneses (en términos extremadamente groseros, además).  Demasiado grave como para ignorarlo. Por fin la Condesa intervino. Saltaron chispas. Tantas, que Lady Sûzu, fuera de sí, desenvainó su espada corriendo tras el levantisco troll, quien se batió en retirada, no sin antes haber insultado de nuevo a todo renegado presente o ausente.

Margue había presenciado la desagradable escena desde un rincón, discretamente. No había intervenido, aunque cuando la Condesa se aprestó a luchar contra el ofensor, rezó por ella y la bendijo. Había sido un gesto inconsciente, un reflejo fruto de años en campaña. Entonces… ¿Por qué se encontraba ahora frente a Lady Sûzu enzarzada en una conversación que, sin duda, acabaría en disputa? Si estaban de acuerdo, al menos, en este momento, en detalles básicos… ¿Por qué la había molestado su bendición? ¿Por qué ese empeño de la Condesa en alejarla de la Luz? ¿A qué venía ese “llevarla por el camino correcto”?…

De nuevo, chocaron. La noble dirigente llamó al orden a la díscola sacerdotisa de la Luz. Ésta terminó su alegato arrodillada, pero  desafiante:

– Haced lo que debáis.

- No… seré…yo…quién… os… juzgue. Lady Sûzu de Rémol y Barov envainó su espada y caminó lentamente hacia la puerta del Mesón, ahora prácticamente vacío, dejando atrás a Margueritte Edhelstein, La… Reina… Oscura… verá…  si… servís… a… la… causa. Si… no… pereceréis. – sentenció mientras salía del edificio.

Margot se levantó poco a poco. Le temblaban las piernas, las manos y tenía la boca seca. Un sudor frío le recorría el cuerpo entero: Ni en pleno combate había sentido tanto miedo.

1 comentario:

  1. Pobre Margue, tener que enfrentarse a la ira de Suzu. Me da mas miedo ella que Sylvanas.

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